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Archivos Mensuales: febrero 2015

Venía andando hacia casa dándole vueltas a mi próximo post y me ha venido este título a la cabeza. Confesiones de mujeres de 31, casi 32. Así que comencemos a confesar.

Ave María Purísima…

Confesión nº 1: Llega un momento en el que empiezas a ser consciente de tu edad.

No es que me sienta mayor, y a fecha de hoy nunca ha sido un tema del que me haya preocupado, ni del que haya tenido reparo en hablar. Seguramente l@s que leáis estas líneas y seáis un poco más yayos que moi estaréis pensado ‘¿Reeeeeparo? ¿¿Con 31??’.

Sí, reparo. Tengo amigas de mi quinta o alrededores que ya llevan casi una década deprimiéndose cada año que soplan las velas. Algunas comenzaron recién hecha la Comunión. Ya digo que a mí eso nunca me ha preocupado, es más, incluso me hace un poco de ilusión cumplir uno más. Pero eso no quita para que, pasados los 30, empieces a darte cuenta de ciertas cosas. Tales como: primeras arrugas. Bueno, arrugas…Quizá de menor categoría, dejémoslo en arruguillas. Pero que ya empiezan a asomar en tu rostro aniñado y cuando eres por primera vez consciente de ello lo primero que se te viene a la cabeza es un rotundo y efusivo ‘¡¡¡¡Cooooooooño!!!! ¿¿¿¿Y estoooo?????’, mientras la examinas (o las examinas, si el asunto es algo más jodido) minuciosamente y con la nariz pegada al espejo. No es que tenga la cara como una uva pasa ni que empiece a parecerme a un perrete pachón, pero he de reconocer que alguna cosa que antes no estaba, haberla, hay. Dicho esto, me viene a la cabeza mi gran amiga, también jefa, Reme, cuando me decía ‘Ya verás. Es cumplir los 30 y todo se empieza a ir a la mierda. El culo, la cara, las piernas. Todo. A la mierda’. Quizá sea por ese miedo que me infundió por lo que llevo años centrada en mantenerlo todo arriba. Lo más arriba que pueda.

También te das cuenta de que lo que antes no te cansaba ni un poco ahora te cansa un mucho. Por ejemplo, trasnochar. Si rozas la locura de acostarte pasada la 1:30 de la mañana y encima osas tomarte alguna que otra copa (entre una y dos), al día siguiente tu cuerpo experimenta la misma sensación que tendrías si hubieras dedicado la noche completa a arrastrarte por la Gran Vía de Madrid sin asfaltar atada por los tobillos al maletero de un coche a 100km/h. Eso es así. Y si ya se te va tantísimo la pinza que se te ocurre traspasar la barrera de las dos copas, la sensación es la de que, aparte de haberte arrastrado, el coche te ha pasado varias veces por encima. El número de atropellos es directamente proporcional al número de copas que te hayas tomado.

Confesión nº 2:  Comienzas a darte cuenta de lo importante que es para ti tu familia.

No es que antes no lo fuera o no lo creyeras. Simplemente es que, a medida que pasan los años, y también pasan por los tuyos, empiezas a ser consciente de que los necesitas, y los necesitas bien. Ya no es una necesidad tan egoísta como la que tienes cuando eres adolescente, necesidad de la que tanto se quejaban tus padres cuando te decían que solo te acordabas de ellos si tenías algo que pedirles.

Tengo la inmensa suerte de tener una familia más que estupenda. La pequeña de cuatro hermanos, la única niña, con dos padres que a día de hoy gozan de una salud envidiable, aunque ya van teniendo sus achaques. Con dos sobrinos con los que no se me pueden caer más la baba, con cuñadas/proyectos de cuñadas adorables y con las que sientes que tus hermanos, que son tan importantes para ti como el aire que respiras, están en las mejores manos. Con primos, primas, tíos, tías y demás parentescos que, aunque el tiempo, la distancia y esa obsolescencia programada de la que os hablaba en mi anterior post hacen que no los veas tanto como te gustaría, los quieres de la misma manera que si los tuvieras bien cerca. Y, por supuesto, con alguien a tu lado con el que compartes tu vida a diario, que se desvive por ti a cada momento, en el que sabes a ciencia cierta que puedes apoyarte siempre, y con el que disfrutas al 100% la vida. Eso no se paga con dinero.

Confesión nº 3: Confirmas que los amigos que conservas lo son para toda la vida. Y eso te hincha el pecho de orgullo.

Puede que te salga alguno rana, pero a estos años ya no es lo habitual. Pasada la época de las hormonas, el acné, las atrocidades de la moda juvenil, los enfados por asuntos del corazón y demás calamidades de la edad del pavo, las relaciones que mantienes suelen ser más que sólidas. Y te das cuenta cuando te alegras como si se tratase de ti misma de que tus amigas y amigos empiecen a ser mamás y papás, se casen, se arrejunten, cambien de trabajo y consigan ese sueño tan ansiado o, simplemente, te llamen para salir a cenar, tomar unas copas y compartir al día siguiente la sensación del arrastre de coche por superficie no pavimentada…

Confesión nº 4: Empiezas a valorar de verdad el dinero (tanto tenerlo como no tenerlo).

Recibes tus sueldos como agua de mayo. Aunque tengas algo de dinero ahorrado. Da igual. Tras algún que otro derroche (nada excesivo, es suficiente con un poco de gasto mayor de lo habitual), la mala conciencia acude a ti con una velocidad que para sí la querría Fernando Alonso e ipso facto te reencarnas en la mismísima Vírgen del Puño Cerrao.

Te vienen a la cabeza toda clase de desgracias susceptibles de pasarte en los meses venideros y ante las cuales necesitas tener un montante considerable en el banco, no vaya a ser que no te llegue para sobrevivir y te veas pidiendo en el metro. Y no sé vosotros, pero yo no sé tocar ningún instrumento. El sofocón te dura relativamente poco, hasta que te serenas y te das cuenta de que estás exagerando y que no es para tanto. Pero vuelve a aparecer con el siguiente desembolso. Eso sí, en mi caso es curioso: el sentimiento de culpa solo aparece cuando se trata de algo para mí. Si es un regalo de esos que haces con una ilusión loca, no tengo ni medio remordimiento ni término medio en el gasto. ¿Soy idiota? Yo prefiero pensar que soy encantadora.

Ah. Y compras lotería. Y deseas fervientemente que te toque.

Confesión nº 5: Te descubres escribiendo parrafadas como estas y descubres que, sin darte apenas cuenta, te has hecho mayor. Y sonríes.

Por fin viernes!! Feliz finde a todos!!

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Y no de las máquinas, que también. De las personas. Obsolescencia programada de las personas. Por el estilo de vida que llevamos. Por el pasar del tiempo sin comerlo ni beberlo, sin sentirlo ni padecerlo.
24 horas del día que pasan, a veces más de lo recomendable, sin ton ni son. 7 días de la semana; 28, 29, 30 o 31 días del mes, según cómo se mire. 12 meses al año, o 365 días. 366, si es bisiesto.

Tanto tiempo es el que pasamos encerrados en una burbuja que, cuando nos damos cuenta y queremos salir de ella, ya es demasiado tarde o se nos ‘ha pasado el arroz’.

Paraos a pensar, al menos una vez al día, en las cosas que realmente os importan. En esas cosas que os llenan, que os completan, que os arrancan una sonrisa, que os emocionan y que son las que de verdad os hacen felices. Esas cosas que haríais aunque no tuvierais que hacerlas. Esas cosas que le dan un punto extra a tu vida, o las que le dan todo el sentido. Esas, solo esas, son las importantes. Esas son las que merecen tu alegría o tu tristeza, tu pensamiento y tu pasión. Y no me digáis que es un tópico, porque es una realidad como un piano de grande. Bueno, en realidad más que un piano de grande. Más como….mmmm….Como una orquesta sinfónica con toda su parafernalia, su director con su batuta y todas esas cosas que tiene una orquesta sinfónica y que ahora mismo no se me ocurren. Así de grande.Piensa en ellas y no las pierdas de vista. Y siéntete afortunado por tenerlas.

Y date un capricho, coño. Cuídate, mímate, date valor y siéntete como lo que eres. Porque para poder cuidar bien de esas cosas, las que no son un tópico sino una realidad como una orquesta sinfónica de grande, primero tienes que saber hacerlo de ti mismo.

He dicho.

Que pasen ustedes un bonito miércoles.

Obsolescencia programada

Hoy he leído un artículo de un blog que me encanta y para el que siempre trato de sacar un hueco. Se trata de Fitness Revolucionario.

Su autor, Marcos, cuenta en la bio del blog cómo en un momento de su vida, cansado de la típica rutina de gimnasio, aburrida y sin grandes resultados, comenzó a investigar, a leer medio millón de libros sobre la materia, a preguntar a expertos en el tema. Y fue así como su sistema de entrenamiento, su enfoque y, en general, su visión sobre el mundo del fitness y de la nutrición dio un giro de 360º. Asegura que ganó más musculatura en 6 meses que en todos sus años de gimnasio.

Pero un día en un museo, viendo las imponentes esculturas clásicas, me vino a la cabeza la idea de entrenar como ellos. Si en aquella época no existían máquinas de ejercicios, ni sofisticados aparatos, ¿cómo lograban esos cuerpos?

Si te paras a leer cualquiera de sus post, seguramente te encuentres con ideas que van en contra de lo que siempre has pensado o has escuchado decir durante años a gente de toda índole: padres, médicos, nutricionistas y endocrinos, compañeros de trabajo, etc. Como que hay que tener cuidado con el número de huevos que se comen a la semana porque se te dispara el colesterol. O que hay que prescindir o restringir al mínimo algunos tipos de grasas saturadas, porque aumentan el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, como las del coco o el aguacate. Y te sorprenderás al comprobar que no lo dice por decir y sin ningún fundamento, sino que todas sus opiniones están argumentadas con rigor y respaldadas por estudios científicos.

Hasta aquí la introducción. Hoy me gustaría que leyerais este artículo sobre el aceite de coco.

Algunos ven el aceite de coco como el demonio en forma líquida. Después de revisar muchos estudios veremos que está más cerca de ser un regalo divino

Puedo confirmar con mi propio testimonio que lo que cuenta es cierto. Desde el mes de septiembre he introducido algunas novedades en mi dieta, como cocinar con aceite de coco (aunque sin dejar de lado esa maravilla que es el aceite de oliva) o desayunar huevos con bacon prácticamente a diario acompañados de buenas cantidades de verdura. La semana pasada me hice mis primeros análisis de sangre desde que adopté estos cambios y los resultados no han podido ser mejores: sana como una manzana, colesterol del malo bajito y colesterol del bueno por las nubes.

La entrada de hoy va dirigida a los amantes del té.

O a novios/ novias/ maridos/ mujeres/ amigos/ amigas/ familiares y resto de clasificaciones posibles de amantes del té. Quiero hablaros del vaso reutilizable de Joco, un must para tu alacena.

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¿Recordáis aquel post en el que os descubrí el maravilloso mundo de Teterum? Si quieres refrescar la memoria, echa un vistazo aquí.

Ahora Teterum pone a nuestro alcance este Trendy Mug: es una taza/ vaso de té de vidrio reutilizable de la marca Joco. Su diseño australiano es lo más de lo más, porque incorpora una cinta de silicona que conserva la temperatura y una súper tapa que impide que derrames una sola gota de tu té. Puedes meterla en el micro, en el congelador -para disfrutar de tu té helado- y algo muy importante: es de fácil desmontaje y lavado, puedes meterla en el lavaplatos si quieres, para poder reutilizarla tantas veces como quieras.

La presentación tampoco deja indiferente: el packaging es 100% reciclable e incluye instrucciones con un par de sugerencias que te disuaden de tirar la cajita a la basura.

¿Por qué te aconsejo que te hagas con una?

1. Vas a ser tremendamente trendy y molón y vas a despertar miradas de deseo y de envidia cada vez que te pasees con tu taza. Eso siempre esta bien.

2. Porque vas a comenzar a meter en tu rutina diaria, si es que aún no lo has hecho ya, una bebida tan saludable y con tantas propiedades beneficiosas mundialmente reconocidas como es el té. Y eso está mucho mejor.

3. Porque Teterum te regala una bolsita de té de 50 gr al comprar esta taza. Sí, como lo oyes. Puedes escoger tu té preferido, y si por la razón que sea, no está disponible, Teterum escogerá por ti y te obsequiará con uno de sus favoritos.

4. Vas a ser sostenible y le vas a hacer un gran favor al medio ambiente, al reemplazar con esta taza la ingente cantidad de vasos de plástico y papel que utilizamos a diario.

5. También estarás haciendo algo beneficioso para tu organismo: el vaso de Joco, al ser de vidrio, no contiene BPA. El BPA, también conocido como ‘Bisphenol A’, es un controvertido químico que se encuentra principalmente en resinas de plástico de policarbonato y en resinas epoxy (estas resinas son las que encontrarás diariamente en el embalaje de comidas y bebidas). El BPA es un químico tóxico que los científicos han vinculado con numerosos riesgos para la salud. De hecho, en algunos países como en Francia el BPA está prohibido. Sustituye este químico evitando el plástico y usando vidrio.

6. Porque los packs de Teterum están preparados por personas en riesgo de exclusión laboral. Al comprar esta taza y recibir tu té de regalo, estás contribuyendo con esta iniciativa y ayudando a las personas que trabajan para ella. Son los ‘Artesanos con Cariño’

¿Convencid@? Pues entra aquí y hazte con la tuya por tan solo 18,90€. La tienes disponible en rosa y en azul. Y si no te gusta el té y eres cafetero, no hay problema, porque la taza también vale para café. Y la bolsita se la puedes regalar a alguien y quedar como un señor.

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Y una vez que la hayas comprado y probado, hazme el favor de escribir aquí y contarme tu experiencia.

Aprovecho este post para enviarle un saludo a Patricia Polvora, Co-Founder y CEO de Teterum, y agradecerle el haber contado con gominos para recomendaros esta fantástica taza.

¡Un beso, Patricia!

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Bueno, algo de lo que espero que todos os hayáis dado cuenta, es de que soy mujer. Mujer coqueta. Y como mujer coqueta, me gusta hacer todas esas cosas que a las mujeres coquetas les gusta hacer.

¿Por ejemplo?

Arreglarme las uñas, que vayan siempre perfectas. A mi modo de ver, las manos son una de nuestras cartas de presentación, de las más importantes, son grandes comunicadoras y dicen mucho de uno mismo.

(Cuña: Niños, ¡¡no os mordáis las uñas!!)

Reconozco que soy un pelín maniática con ese tema. Es más, no puedo dejar de fijarme en ello. Me fascina cuando veo a niñas monísimas, pelazo, vestuario impecable, a la ultimísima moda, con todos los complementos perfectamente combinados y, de repente, reparas en sus manos y… horror vacui: uñas con esmalte descascarillado hasta el infinito y más allá. Y no me refiero al típico huequito puñetero que, por más que te pese, acaba de estropear tu manicura sin comerlo ni beberlo. No. Me refiero a un descascarille que roza ya un límite extremo: hay más uña sin pintar que pintada. Espantoso.

Cuando veo a un espécimen de esta guisa, me dan ganas de zarandearla y decirle: ‘¿¿¿¿Pero tú te has visto esas maaaaanooooos????’

(Llegados a este punto quiero pedir perdón a todas esas potenciales lectoras que sean de esas del descascarillamiento absurdo y que puedan sentirse atacadas por mi post. Lo siento)

En resumen, que dentro de mi tara con este tema y de mi particular búsqueda por la perfección en el arte de la manicura, a mis 31 años de edad me he recorrido no pocos centros de estética a la búsqueda del limado/retirado de cutículas/esmaltado perfecto. Porque yo me lo hago en casa, tengo mi estuche especial con varios artilugios imprescindibles y toda una colección de esmaltes que ya la quisiera para sí Pantone. Pero no nos engañemos. Aunque aún sea joven y lozana y tenga un pulso envidiable…El resultado no es igual.

Cuando te pintas la mano izquierda con la derecha, las cosas van bastante bien. Pero cuando lo haces a la inversa, ahí, en ese mismo instante, empiezan los problemas. Y como soy una tarada, ante la mínima imperfección, recurro al algodón y al quita esmaltes. Así las veces que sean necesarias. Y entras en un círculo vicioso del que no sabes bien cómo vas a salir. Y eso sin olvidar que el éxito de una buena manicura implica tiempo. Y no me refiero al tiempo de manipulado en sí, que también. Si no a lo más importante de todo esto: el tiempo de secado. Que si no es el suficiente, se chafa. O si lo haces muy cercano a la hora de dormir y te das dos capas, a la mañana siguiente amaneces con una colección de marcas y estampados varios de las sábanas en lo que el día anterior era una manicura digna de Vogue. ¿La solución? Aplicar una capa de esmalte transparente que unifique y disimule. Pero tú sabes que eso no está bien, que es una chapuza. A los demás quizá les puedes engañar, pero la voz de tu conciencia no deja de recordarte que se trata de una ñapa regulera. MAL.

A lo que iba, que me gusta que me arreglen las uñas, porque, en resumen, lo hacen mejor. Y, en consecuencia, he recorrido no pocos garitos en busca del sitio perfecto. De ese sitio del que Carrie Bradshaw se sentiría orgullosa.

Para poneros un poco en antecedentes, voy a explicaros mis experiencias en 4 centros de Madrid y por qué, salvo en el último, no resultaron del todo satisfactorias:

Primer centro: Nails and the City.

Nails and the City

Sito en Guzmán El Bueno 57, fue el primer centro que visité. Lo descubrí por casualidad, de repente, un día que salía de mi antiguo gimnasio y me lo encontré frente a mis narices.

El sitio es minúsculo. Han optimizado el espacio con tres mesas de manicura y dos sillas para pedicura. Eso deja un estrechísimo pasillo de manera que, para pasar al fondo, tengas que meter barriga y apretarte entre las sillas. La bolsa del gimnasio está prohibida, no cabe. Tienen una planta en el piso de abajo para otros servicios de estética pero nunca he bajado, así que desconozco si también será para Pin Y Pon o no.

En cuanto al precio, es de los más asequibles: 9€ por una manicura express, 16€ por una completa. Mani + pedi express por 21€, mani + pedi completa por 40€.

A favor: el precio. Hacen ofertas semanales y te sellan una especie de cupón después de cada servicio (mínimo de 10€). Cuando alcanzas los 12 sellos tienes algún tipo de premio. No os puedo decir en qué consiste porque me he quedado en el tercer sello…

En contra: dependiendo de la chica que te atiende, el resultado varía bastante. Las primeras veces que fui, hace ya unos años, estaba regentado por dos chicas súper perfeccionistas y serias. Dejé de frecuentarlo y volví este año. Las dos chicas de la primera etapa ya no estaban y en su lugar había otras tres diferentes. Repetí la experiencia tres veces: la primera salí muy contenta con el resultado (mani + pedi). Las otras dos, que fueron con otra persona distinta a la de la primera vez, la calidad fue distinta. Menos precisión y más… chapucilla. Es habitual tener un preferido en estas cosas, al igual que tienes un peluquero o estilista al que recurres siempre (Cristina Agüera, nos vemos pronto!). Pero lo menos que esperas es que, si por la razón que sea esa persona no te puede atender, el resultado sea de la misma calidad.

Otro contra es que no permiten el pago con tarjeta, al menos en el centro de Guzmán El Bueno (disponen de otro en Ortega y Gasset), lo cual, para la época en la que estamos, me parece un atraso total.

Y el ultimo contra, a mi gusto, es el barullo y, con todo mi respeto, pelín punto de verdulería de las personas que lo atienden. Amables y dicharacheras, nada desagradables, pero el tono de las conversaciones que emplean con las clientas es un pelín… inapropiado para un negocio. Desde mi punto de vista, por supuesto.

El segundo fue Beautyque Nail Bar & Shop, en C/Pelayo, 76.

Beautyque Nail Bar & Shop

Solo he ido una vez, acompañando a una amiga a la que le regalé una manicura + pedi express como regalo de cumpleaños (y, de paso, me regalé yo una misma). El resultado fue bueno y profesional, pero me pareció demasiado caro para una manicura express (28€). Eso sí, el sitio es una pasada, es un nailbar que mezcla estética con moda -tiene tienda de ropa-, y donde te puedes tomar un G&T mientras te arreglan las uñas. Hay muchísimos tratamientos distintos y me consta por su web que también tienen ofertas.  Tengo pendiente volver y probarlo de nuevo, con una manicura o tratamiento algo más elaborado. Y preparando la cartera, claro.

El tercer centro que he probado es D-Uñas.

D-Uñas

Es una franquicia, yo fui al de Blasco de Garay, 27. Me hice una manicura básica y el resultado fue correcto. Ni espectacular ni desastroso.  El precio, asequible, 14€. Pero la cuestión es que no me deslumbró y no he vuelto a probarlo, aunque lo cierto es que no tengo nada malo que decir de ellos.

Y el cuarto y último centro del que os voy a hablar es el que, por el momento, más me ha cautivado. Lo descubrí por error, pensando que era el que me había recomendado una amiga, y pedí cita hace un par de semanas. Me refiero a Nail´s Secret, en García de Paredes, 78.

Nail´s Secret

Se trata de un local muy amplio, con un diseño muy cuidado ambientado en los grandes salones de NY, esos que salían en Sex and the City (y donde Carrie Bradshaw se sentiría en su salsa) y con un trato exquisito. Los productos que usan son de Essie. El primer día me decidí por una manicura permanente, a pesar de que mi anterior experiencia con este tipo de servicio no me gustó demasiado (a la hora de retirarla, me limaron la superficie de la uña y se me debilitaron mucho). Fue el clásico culo veo culo quiero: se lo estaban haciendo a la de al lado y le estaban quedando taaaan bonitas que no pude resistirme. Y, efectivamente, todo un acierto. Uñas perfectas durante días. Hace unos días fui a retirármela, las uñas estaban intactas y volví a hacerme una manicura, esta vez normal. La chica que me atendió fue distinta a la de la primera vez, y el resultado también de diez. Precio: manicura básica 19€, suplemento de esmaltado permanente 20€. La próxima vez que tenga que darme el gustazo volveré allí, lo tengo claro. Dispone de otros dos locales más, uno en C/Hernani, 60 y otro en Mirasierra, en C/Nuria, 10.

PD: Como hay que seguir probando, tengo pendiente visitar 20 + Tres, en Sagasta, 23. Es el sitio que me había recomendado mi amiga Estefanía y al que no acudí por error. Os cuento en cuanto lo pruebe.

Espero que os haya gustado. Si conocéis de algún sitio que merezca la pena, o, por el contrario, sabéis de otro que mejor no pisar: comentario al canto.

Hasta la próxima, corazones!

El sentido común, ese del que venimos escuchando cosas desde que éramos bien pequeños, en boca permanente de nuestros padres (¿Quién no ha oído a lo largo de su vida ese ‘Hijo, usa la cabeza. Usa el sentido común’?).

Ese del que tanto se habla, que se supone que todos tenemos de manera innata, sin grandes esfuerzos, que no es necesario entrenar ni desarrollar.

Ese que se da por supuesto, que se sobrentiende que es el primero en entrar en acción, que se presupone como obvio.

Ese que es gratis, que no hay que pagar por usarlo ni comprar unidades nuevas cuando se acaba.

Ese que parece que usan casi siempre los niños chicos y casi nunca los adultos.

En definitiva, ese valioso y desusado sentido. El común.

I’m BACK.

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