Bueno, algo de lo que espero que todos os hayáis dado cuenta, es de que soy mujer. Mujer coqueta. Y como mujer coqueta, me gusta hacer todas esas cosas que a las mujeres coquetas les gusta hacer.
¿Por ejemplo?
Arreglarme las uñas, que vayan siempre perfectas. A mi modo de ver, las manos son una de nuestras cartas de presentación, de las más importantes, son grandes comunicadoras y dicen mucho de uno mismo.
(Cuña: Niños, ¡¡no os mordáis las uñas!!)
Reconozco que soy un pelín maniática con ese tema. Es más, no puedo dejar de fijarme en ello. Me fascina cuando veo a niñas monísimas, pelazo, vestuario impecable, a la ultimísima moda, con todos los complementos perfectamente combinados y, de repente, reparas en sus manos y… horror vacui: uñas con esmalte descascarillado hasta el infinito y más allá. Y no me refiero al típico huequito puñetero que, por más que te pese, acaba de estropear tu manicura sin comerlo ni beberlo. No. Me refiero a un descascarille que roza ya un límite extremo: hay más uña sin pintar que pintada. Espantoso.
Cuando veo a un espécimen de esta guisa, me dan ganas de zarandearla y decirle: ‘¿¿¿¿Pero tú te has visto esas maaaaanooooos????’
(Llegados a este punto quiero pedir perdón a todas esas potenciales lectoras que sean de esas del descascarillamiento absurdo y que puedan sentirse atacadas por mi post. Lo siento)
En resumen, que dentro de mi tara con este tema y de mi particular búsqueda por la perfección en el arte de la manicura, a mis 31 años de edad me he recorrido no pocos centros de estética a la búsqueda del limado/retirado de cutículas/esmaltado perfecto. Porque yo me lo hago en casa, tengo mi estuche especial con varios artilugios imprescindibles y toda una colección de esmaltes que ya la quisiera para sí Pantone. Pero no nos engañemos. Aunque aún sea joven y lozana y tenga un pulso envidiable…El resultado no es igual.
Cuando te pintas la mano izquierda con la derecha, las cosas van bastante bien. Pero cuando lo haces a la inversa, ahí, en ese mismo instante, empiezan los problemas. Y como soy una tarada, ante la mínima imperfección, recurro al algodón y al quita esmaltes. Así las veces que sean necesarias. Y entras en un círculo vicioso del que no sabes bien cómo vas a salir. Y eso sin olvidar que el éxito de una buena manicura implica tiempo. Y no me refiero al tiempo de manipulado en sí, que también. Si no a lo más importante de todo esto: el tiempo de secado. Que si no es el suficiente, se chafa. O si lo haces muy cercano a la hora de dormir y te das dos capas, a la mañana siguiente amaneces con una colección de marcas y estampados varios de las sábanas en lo que el día anterior era una manicura digna de Vogue. ¿La solución? Aplicar una capa de esmalte transparente que unifique y disimule. Pero tú sabes que eso no está bien, que es una chapuza. A los demás quizá les puedes engañar, pero la voz de tu conciencia no deja de recordarte que se trata de una ñapa regulera. MAL.
A lo que iba, que me gusta que me arreglen las uñas, porque, en resumen, lo hacen mejor. Y, en consecuencia, he recorrido no pocos garitos en busca del sitio perfecto. De ese sitio del que Carrie Bradshaw se sentiría orgullosa.
Para poneros un poco en antecedentes, voy a explicaros mis experiencias en 4 centros de Madrid y por qué, salvo en el último, no resultaron del todo satisfactorias:
Primer centro: Nails and the City.
Sito en Guzmán El Bueno 57, fue el primer centro que visité. Lo descubrí por casualidad, de repente, un día que salía de mi antiguo gimnasio y me lo encontré frente a mis narices.
El sitio es minúsculo. Han optimizado el espacio con tres mesas de manicura y dos sillas para pedicura. Eso deja un estrechísimo pasillo de manera que, para pasar al fondo, tengas que meter barriga y apretarte entre las sillas. La bolsa del gimnasio está prohibida, no cabe. Tienen una planta en el piso de abajo para otros servicios de estética pero nunca he bajado, así que desconozco si también será para Pin Y Pon o no.
En cuanto al precio, es de los más asequibles: 9€ por una manicura express, 16€ por una completa. Mani + pedi express por 21€, mani + pedi completa por 40€.
A favor: el precio. Hacen ofertas semanales y te sellan una especie de cupón después de cada servicio (mínimo de 10€). Cuando alcanzas los 12 sellos tienes algún tipo de premio. No os puedo decir en qué consiste porque me he quedado en el tercer sello…
En contra: dependiendo de la chica que te atiende, el resultado varía bastante. Las primeras veces que fui, hace ya unos años, estaba regentado por dos chicas súper perfeccionistas y serias. Dejé de frecuentarlo y volví este año. Las dos chicas de la primera etapa ya no estaban y en su lugar había otras tres diferentes. Repetí la experiencia tres veces: la primera salí muy contenta con el resultado (mani + pedi). Las otras dos, que fueron con otra persona distinta a la de la primera vez, la calidad fue distinta. Menos precisión y más… chapucilla. Es habitual tener un preferido en estas cosas, al igual que tienes un peluquero o estilista al que recurres siempre (Cristina Agüera, nos vemos pronto!). Pero lo menos que esperas es que, si por la razón que sea esa persona no te puede atender, el resultado sea de la misma calidad.
Otro contra es que no permiten el pago con tarjeta, al menos en el centro de Guzmán El Bueno (disponen de otro en Ortega y Gasset), lo cual, para la época en la que estamos, me parece un atraso total.
Y el ultimo contra, a mi gusto, es el barullo y, con todo mi respeto, pelín punto de verdulería de las personas que lo atienden. Amables y dicharacheras, nada desagradables, pero el tono de las conversaciones que emplean con las clientas es un pelín… inapropiado para un negocio. Desde mi punto de vista, por supuesto.
El segundo fue Beautyque Nail Bar & Shop, en C/Pelayo, 76.
Solo he ido una vez, acompañando a una amiga a la que le regalé una manicura + pedi express como regalo de cumpleaños (y, de paso, me regalé yo una misma). El resultado fue bueno y profesional, pero me pareció demasiado caro para una manicura express (28€). Eso sí, el sitio es una pasada, es un nailbar que mezcla estética con moda -tiene tienda de ropa-, y donde te puedes tomar un G&T mientras te arreglan las uñas. Hay muchísimos tratamientos distintos y me consta por su web que también tienen ofertas. Tengo pendiente volver y probarlo de nuevo, con una manicura o tratamiento algo más elaborado. Y preparando la cartera, claro.
El tercer centro que he probado es D-Uñas.
Es una franquicia, yo fui al de Blasco de Garay, 27. Me hice una manicura básica y el resultado fue correcto. Ni espectacular ni desastroso. El precio, asequible, 14€. Pero la cuestión es que no me deslumbró y no he vuelto a probarlo, aunque lo cierto es que no tengo nada malo que decir de ellos.
Y el cuarto y último centro del que os voy a hablar es el que, por el momento, más me ha cautivado. Lo descubrí por error, pensando que era el que me había recomendado una amiga, y pedí cita hace un par de semanas. Me refiero a Nail´s Secret, en García de Paredes, 78.
Se trata de un local muy amplio, con un diseño muy cuidado ambientado en los grandes salones de NY, esos que salían en Sex and the City (y donde Carrie Bradshaw se sentiría en su salsa) y con un trato exquisito. Los productos que usan son de Essie. El primer día me decidí por una manicura permanente, a pesar de que mi anterior experiencia con este tipo de servicio no me gustó demasiado (a la hora de retirarla, me limaron la superficie de la uña y se me debilitaron mucho). Fue el clásico culo veo culo quiero: se lo estaban haciendo a la de al lado y le estaban quedando taaaan bonitas que no pude resistirme. Y, efectivamente, todo un acierto. Uñas perfectas durante días. Hace unos días fui a retirármela, las uñas estaban intactas y volví a hacerme una manicura, esta vez normal. La chica que me atendió fue distinta a la de la primera vez, y el resultado también de diez. Precio: manicura básica 19€, suplemento de esmaltado permanente 20€. La próxima vez que tenga que darme el gustazo volveré allí, lo tengo claro. Dispone de otros dos locales más, uno en C/Hernani, 60 y otro en Mirasierra, en C/Nuria, 10.
PD: Como hay que seguir probando, tengo pendiente visitar 20 + Tres, en Sagasta, 23. Es el sitio que me había recomendado mi amiga Estefanía y al que no acudí por error. Os cuento en cuanto lo pruebe.
Espero que os haya gustado. Si conocéis de algún sitio que merezca la pena, o, por el contrario, sabéis de otro que mejor no pisar: comentario al canto.
Hasta la próxima, corazones!