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Buenas noches de miércoles lluviosos,

No acostumbro a postear de noche, porque supongo que tendréis cosas mejores que hacer a estas horas que leerme, pero la inspiración ha venido a mí sin comerlo ni beberlo. Y os tenéis que aguantar, que por eso me queréis.

Pero tranquilos, porque no os voy a robar más que unos pocos minutos. Tan solo una breve entrada, más visual que textual, para enseñaros unos cuadernos re-bonicos que cada día me chiflan más y más.

Para poneros en contexto, he de confesaros que, desde pequeña, soy una tarada de la papelería: cuadernos, bolis, folios de colores, rotuladores, post-it, etc. Nunca era suficiente. No había emoción mayor que entrar a la papelería que estaba al lado de mi casa, recién salida del cole, y babear observando la cantidad de chuminadas -uso este calificativo a pesar de que a mi querida Lugrís, cuando lo lea, se le van a abrir las entrañas- que plagaban las estanterías.

Yo era feliz portadora de esa repelencia de apuntes de clase con letra inmaculada, bien redondita, cada cosa en su sitio, plagados de colores, cada uno asignado escrupulosamente a un cometido. No había guión sin sentido, ni subtítulo sin título previo. Todo controlado. Esa era yo.

Era repelente a la hora de cogerlos (experimentaba un auténtico placer al pasarlos a limpio. Con calma, deleitándome y recreándome en la construcción de una auténtica obra de arte papelística), pero encantadora y prestamista a los más vagos de la clase, que conste.

No me enrollo más. La marca es Paper Blanks, y seguro que a muchos os suenan porque los venden en El Corte Inglés, tienen un córner reservado, generalmente junto al de Moleskine. Hay de todas clases, tamaños y diseños. Diarios, agendas, libretas de direcciones…Ideales para regalar o regalarse.

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Echadle una ojeada a la web y deleiratos con la gran variedad que tienen.

Buenas noches a todos!

Buenas noches a todos! Hay que arrancar el lunes con energía y por eso tengo cosas cuquis que contaros.

Hace un par de semanas descubrí, con gran sorpresa y agrado, que Chus, con la que trabajé hace años en este agitado y apasionante mundo de la Publi, ella en el lado de la agencia y yo en el ‘lado del mal’ -cliente- había dado un giro de 360º a su profesión y ahora regentaba, junto con Bea y Blanca, un proyecto tan especial, bonito y cuidado como es TIPI – TOO.

El conocimiento me vino de la mejor manera que existe: con un detalle. Recibí, el día de San Valentín, este precioooooosísimo cojín con forma de corazón como carta de presentación:

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Rápidamente quise saber más y me puse a cotillear la Fanpage y la web. Y entonces…OH! Enamoramiento inevitable a primera vista:

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Todo artesanal y hecho a mano. Cojines, banderines, guirnaldas, varitas, coronas de princesa, diademas de flores, arrullos… Y, para mí, la estrella de la fiesta: los tipis. Esas preciosas cabañitas/refugio/escondite con las que todos habríamos soñado de pequeños. Ideales para decorar una habitación infantil, fáciles de montar y desmontar, y un auténtico paraíso particular para los más peques.

Para colmo, descubrí que este fin de semana iban a estar en Zielo Shopping, el Centro Comercial más chic de Pozuelo, participando junto con 50 expositores más en la 6ª Edición de ‘Temptations & Vintage Things, donde, cito textualmente el cartel de la feria, se mezclan las nuevas creaciones ‘Do It Yourself’, moda y complementos de firmas de alta costura de los 70, 80 y 90 y todas las ‘tentaciones’ de jóvenes diseñadores.

Aquí os dejo algunas imágenes del precioso stand:

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Yo no pude resistirme y, aprovechando que había quedado con mis amigas para pasar un ratito con Ariadna, el bebé de Sara, le compré una preciosa varita mágica de princesa.

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Tomad nota si tenéis que hacer un regalo y queréis deslumbrar: TIPI – TOO.

Ánimo con el lunes!

Venía andando hacia casa dándole vueltas a mi próximo post y me ha venido este título a la cabeza. Confesiones de mujeres de 31, casi 32. Así que comencemos a confesar.

Ave María Purísima…

Confesión nº 1: Llega un momento en el que empiezas a ser consciente de tu edad.

No es que me sienta mayor, y a fecha de hoy nunca ha sido un tema del que me haya preocupado, ni del que haya tenido reparo en hablar. Seguramente l@s que leáis estas líneas y seáis un poco más yayos que moi estaréis pensado ‘¿Reeeeeparo? ¿¿Con 31??’.

Sí, reparo. Tengo amigas de mi quinta o alrededores que ya llevan casi una década deprimiéndose cada año que soplan las velas. Algunas comenzaron recién hecha la Comunión. Ya digo que a mí eso nunca me ha preocupado, es más, incluso me hace un poco de ilusión cumplir uno más. Pero eso no quita para que, pasados los 30, empieces a darte cuenta de ciertas cosas. Tales como: primeras arrugas. Bueno, arrugas…Quizá de menor categoría, dejémoslo en arruguillas. Pero que ya empiezan a asomar en tu rostro aniñado y cuando eres por primera vez consciente de ello lo primero que se te viene a la cabeza es un rotundo y efusivo ‘¡¡¡¡Cooooooooño!!!! ¿¿¿¿Y estoooo?????’, mientras la examinas (o las examinas, si el asunto es algo más jodido) minuciosamente y con la nariz pegada al espejo. No es que tenga la cara como una uva pasa ni que empiece a parecerme a un perrete pachón, pero he de reconocer que alguna cosa que antes no estaba, haberla, hay. Dicho esto, me viene a la cabeza mi gran amiga, también jefa, Reme, cuando me decía ‘Ya verás. Es cumplir los 30 y todo se empieza a ir a la mierda. El culo, la cara, las piernas. Todo. A la mierda’. Quizá sea por ese miedo que me infundió por lo que llevo años centrada en mantenerlo todo arriba. Lo más arriba que pueda.

También te das cuenta de que lo que antes no te cansaba ni un poco ahora te cansa un mucho. Por ejemplo, trasnochar. Si rozas la locura de acostarte pasada la 1:30 de la mañana y encima osas tomarte alguna que otra copa (entre una y dos), al día siguiente tu cuerpo experimenta la misma sensación que tendrías si hubieras dedicado la noche completa a arrastrarte por la Gran Vía de Madrid sin asfaltar atada por los tobillos al maletero de un coche a 100km/h. Eso es así. Y si ya se te va tantísimo la pinza que se te ocurre traspasar la barrera de las dos copas, la sensación es la de que, aparte de haberte arrastrado, el coche te ha pasado varias veces por encima. El número de atropellos es directamente proporcional al número de copas que te hayas tomado.

Confesión nº 2:  Comienzas a darte cuenta de lo importante que es para ti tu familia.

No es que antes no lo fuera o no lo creyeras. Simplemente es que, a medida que pasan los años, y también pasan por los tuyos, empiezas a ser consciente de que los necesitas, y los necesitas bien. Ya no es una necesidad tan egoísta como la que tienes cuando eres adolescente, necesidad de la que tanto se quejaban tus padres cuando te decían que solo te acordabas de ellos si tenías algo que pedirles.

Tengo la inmensa suerte de tener una familia más que estupenda. La pequeña de cuatro hermanos, la única niña, con dos padres que a día de hoy gozan de una salud envidiable, aunque ya van teniendo sus achaques. Con dos sobrinos con los que no se me pueden caer más la baba, con cuñadas/proyectos de cuñadas adorables y con las que sientes que tus hermanos, que son tan importantes para ti como el aire que respiras, están en las mejores manos. Con primos, primas, tíos, tías y demás parentescos que, aunque el tiempo, la distancia y esa obsolescencia programada de la que os hablaba en mi anterior post hacen que no los veas tanto como te gustaría, los quieres de la misma manera que si los tuvieras bien cerca. Y, por supuesto, con alguien a tu lado con el que compartes tu vida a diario, que se desvive por ti a cada momento, en el que sabes a ciencia cierta que puedes apoyarte siempre, y con el que disfrutas al 100% la vida. Eso no se paga con dinero.

Confesión nº 3: Confirmas que los amigos que conservas lo son para toda la vida. Y eso te hincha el pecho de orgullo.

Puede que te salga alguno rana, pero a estos años ya no es lo habitual. Pasada la época de las hormonas, el acné, las atrocidades de la moda juvenil, los enfados por asuntos del corazón y demás calamidades de la edad del pavo, las relaciones que mantienes suelen ser más que sólidas. Y te das cuenta cuando te alegras como si se tratase de ti misma de que tus amigas y amigos empiecen a ser mamás y papás, se casen, se arrejunten, cambien de trabajo y consigan ese sueño tan ansiado o, simplemente, te llamen para salir a cenar, tomar unas copas y compartir al día siguiente la sensación del arrastre de coche por superficie no pavimentada…

Confesión nº 4: Empiezas a valorar de verdad el dinero (tanto tenerlo como no tenerlo).

Recibes tus sueldos como agua de mayo. Aunque tengas algo de dinero ahorrado. Da igual. Tras algún que otro derroche (nada excesivo, es suficiente con un poco de gasto mayor de lo habitual), la mala conciencia acude a ti con una velocidad que para sí la querría Fernando Alonso e ipso facto te reencarnas en la mismísima Vírgen del Puño Cerrao.

Te vienen a la cabeza toda clase de desgracias susceptibles de pasarte en los meses venideros y ante las cuales necesitas tener un montante considerable en el banco, no vaya a ser que no te llegue para sobrevivir y te veas pidiendo en el metro. Y no sé vosotros, pero yo no sé tocar ningún instrumento. El sofocón te dura relativamente poco, hasta que te serenas y te das cuenta de que estás exagerando y que no es para tanto. Pero vuelve a aparecer con el siguiente desembolso. Eso sí, en mi caso es curioso: el sentimiento de culpa solo aparece cuando se trata de algo para mí. Si es un regalo de esos que haces con una ilusión loca, no tengo ni medio remordimiento ni término medio en el gasto. ¿Soy idiota? Yo prefiero pensar que soy encantadora.

Ah. Y compras lotería. Y deseas fervientemente que te toque.

Confesión nº 5: Te descubres escribiendo parrafadas como estas y descubres que, sin darte apenas cuenta, te has hecho mayor. Y sonríes.

Por fin viernes!! Feliz finde a todos!!

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‘Gomino’ es la palabra con la que mi sobrina, hace ya unos cuantos años -hay qué ver cómo pasa el tiempo- se refería a ese día de la semana que tantos sentimientos encontrados nos produce: el domingo.

Además, es la forma con la que los de casa apodamos a ella y a su hermano pequeño. ‘¿Cuándo vienen los gominos?’ o ‘Mañana quiero ver a los gominos’.

Cuando pienso en esta palabra inevitablemente me vienen a la cabeza una serie de adjetivos…

Gominos= cosas pequeñas pero grandes al mismo tiempo, bonitas, muy pensadas o a veces inesperadas, que hay que cuidar, que nos alegran la vida y nos sacan una sonrisa.

Mi intención a la hora de escribir este blog es ayudaros a encontrar vuestros gominos: esos detalles para regalar, o regalaros, que den una nota de color a vuestros momentos especiales.

Bienvenidos a todos, poneos cómodos y sentíos como en vuestra casa.

Memé & Miguel, va por vosotros!

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